De los orgasmos y otras cuestiones sin importancia.

Luziérgana Oxigada

“A las chicas os cuesta más llegar, sois más complicadas”, “uf es que cada una tenéis vuestro punto, hay alguna muy rara por ahí”, “me cuesta un montón correrme, hay que tener mucha paciencia conmigo”, “tengo problemas para alcanzar el orgasmo cuando me acuesto con alguien” etc.

¿Te resulta familiar alguna de estas frases? ¿Has dicho o escuchado algunas de ellas? Probablemente sí. Desde pequeñas nos enseñan a ser sacrificadas, entregadas, protectoras, maternales y complacientes. Algunas pensarán: qué va, a mí no. Sí, a ti también. Tú también estás familiarizada con el rol de mujer maternal, protectora y complaciente. Es más, lo tenemos tan incorporado que a nadie sorprende ver a su madre en Nochebuena levantarse diez veces de la mesa para atender deseos o necesidades ajenas. Estamos ahí para que estéis bien, para cuidaros, para cederte mi trozo, no, de verdad, no me importa quedarme yo sin porción si…

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El patriarcado no sabe amar.

“Era un monstruo”

No. Era un hijo sano del patriarcado. Era un hombre. Uno de tantos. Al que durante toda su vida le dijeron que estaba por encima de la mujer. Al que le hicieron rechazar la feminidad, la compasión, la piedad. Sentimientos que hubieran impedido que asesinara a su mujer. Novia. Hermana. Madre. Hija. Desconocida.

Era un hijo sano del patriarcado, al que le convencieron desde pequeño que la mujer estaba para servirle. Para arrodillarse ante él. Para cuidarle, ante todo, incluso por encima de ella misma.

Era un hijo sano del patriarcado. Que creció viendo a la mujer como el objeto que es en esta sociedad. Un trozo de carne que sólo sirve para aliviarse. Que siempre debe estar dispuesta para su hombre. Que si se pone “corta” es porque busca lo que tu siempre quieres darle. Aunque sea tu prima. Aunque sea tu hermana. Aunque sea tu hija. Aunque no te conozca. Aunque tenga 12 años.

Era un hijo sano del patriarcado que no quiso parar cuando ella dijo “No”. Porque esa palabra no era parte de su vocabulario. Porque siempre obtuvo lo que quiso, porque era hombre. Porque era blanco. Porque era un macho.

Era un hijo sano del patriarcado el que no pudo aprender a aceptar que ella ya no le quería. El que no supo llorar cuando ella le dejó. El que la llamó puta. El que se enrabió como un niño chico. El que mató a la mujer de su vida. Esa que durante años le dio todo lo que tenía, porque era lo que le habían enseñado desde pequeña, porque era una hija maltrecha del patriarcado.

Lo que me merezco.

Merezco amor, no una cárcel. Merezco ser queride por mis virtudes, no que me creen inseguridades por mis defectos. Merezco amar libremente, no que usen el “amor” para cortarme las alas. Merezco ser feliz, y que esa felicidad dependa sólo de mi misme. Merezco ser respetade y respetar a mi(s) pareja(s). Merezco que me digan la verdad y no tener miedo de decirla. Merezco poder confiar en alguien y ser digne de confianza. Merezco un amor sin miedo, sin chantajes, sin condiciones. Merezco no condicionar ni hacer daño a nadie. Merezco un amor bien entendido, bien pensado, bien compartido, bien practicado.


Y tu también lo mereces.

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¿Pastasexual? No. Salsasexual.

-Tu has follado con tíos y con tías, ¿no?
– Sí.
-¿Qué te gusta más?
-¿Y a ti? ¿Qué te gusta más, los espaguetis o los macarrones?
-Hombre, no es lo mismo.
-Sí lo es. En el fondo es lo mismo, aunque parezca distinto. Simplemente cambia la salsa. Da igual que sean macarrones o espaguetis, si la salsa está buena, te lo comes.

Yo con las feministas de mierda. Siempre

Vivan las feministas de mierda, coño.

joder hermana

A mi, el feminismo, me hizo libre, consciente de los no límites de mi placer y de mi cuerpo, me ayudó a entender el mundo, a quitarme la culpa, las dependencias emocionales, los castigos por no poder llegar a ser quien no existe, a salirme del rol de cuidados y de todo lo que ya sabemos.

El feminismo me dijo que dejara de juzgarme, me saco de la prevención y del miedo para educarme en el gozo, me enseñó a frotarme el corazón y el coño para conseguir disfrutarme.

Y resulta que sin darme cuenta estoy más pendiente del filtro de mis “compañeras” feministas que del mío propio ¿Pero qué dinámicas de mierda estamos reproduciendo? ¿Quiénes nos creemos para decidir lo que vale y lo que no en las otras? ¿Quién nos ha subido a ningún pedestal para ser jueces de línea? ¿Desde qué posiciones de poder nos atrevemos a…

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Las bragas de Cristina Pedroche no nos dejan ver el bosque

Genericidios

Hace algunos meses, conversando con Michelle Jenner, la actriz de Isabel, le pregunté cómo había llevado la época en la que se convirtió en la Lolita oficial del país, con todas las revistas fotografiándola invariablemente en ropa interior mes tras mes. Se lo pregunté sobre todo porque no me pareció una chica que militara en lo erótico-festivo, ni siquiera tuve la impresión de que lo sexual se expresara terriblemente en ella (efectivamente: me confesó que era alérgica a maquillaje, tacones y objetivización en general y que le iba más el princesismo que el sex appeal). Me interesaba saber si aquello fueron las ganas de triunfar, la inconsciencia de la juventud, la insistencia de los medios de comunicación o qué. Jenner me contestó no sólo que no se arrepentía, sino que mi actitud le parecía viejuna. Ella aceptó el juego del juguete erótico como una fase más de…

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