El patriarcado no sabe amar.

“Era un monstruo”

No. Era un hijo sano del patriarcado. Era un hombre. Uno de tantos. Al que durante toda su vida le dijeron que estaba por encima de la mujer. Al que le hicieron rechazar la feminidad, la compasión, la piedad. Sentimientos que hubieran impedido que asesinara a su mujer. Novia. Hermana. Madre. Hija. Desconocida.

Era un hijo sano del patriarcado, al que le convencieron desde pequeño que la mujer estaba para servirle. Para arrodillarse ante él. Para cuidarle, ante todo, incluso por encima de ella misma.

Era un hijo sano del patriarcado. Que creció viendo a la mujer como el objeto que es en esta sociedad. Un trozo de carne que sólo sirve para aliviarse. Que siempre debe estar dispuesta para su hombre. Que si se pone “corta” es porque busca lo que tu siempre quieres darle. Aunque sea tu prima. Aunque sea tu hermana. Aunque sea tu hija. Aunque no te conozca. Aunque tenga 12 años.

Era un hijo sano del patriarcado que no quiso parar cuando ella dijo “No”. Porque esa palabra no era parte de su vocabulario. Porque siempre obtuvo lo que quiso, porque era hombre. Porque era blanco. Porque era un macho.

Era un hijo sano del patriarcado el que no pudo aprender a aceptar que ella ya no le quería. El que no supo llorar cuando ella le dejó. El que la llamó puta. El que se enrabió como un niño chico. El que mató a la mujer de su vida. Esa que durante años le dio todo lo que tenía, porque era lo que le habían enseñado desde pequeña, porque era una hija maltrecha del patriarcado.